lunes, 21 de abril de 2014

Sierra-Guaranda

Guaranda
Guaranda, fue fundada por los españoles en 1571, pasó a ser corregimiento de Guaranda en 1702, fue elevada a Villa el 11 de noviembre de 1811 , su independencia fue el 10 de noviembre de 1820 , y se constituyó como cantón el 23 de junio de 1824.
Guaranda es declarada como Patrimonio Cultural del Ecuador el 23 de octubre de 1997, por su Centro Histórico que refleja su arquitectura urbanística.
Durante la etapa Colonial fueron creados algunos corregimientos, entre estos, el de Chimbo, fundado por el conquistador español Sebastián de Benalcázar, en 1534, tomando en cuenta la ubicación especial entre costa y sierra, la fertilidad de su suelo, la variedad de clima y productos y la calidad de sus habitantes.
Empezó terremotos de 1674 y 1775, lo destruyeron completamente, por lo que pasó en Guaranda, hacia los años 1776 y 1780. La leyenda relata que el traslado se efectuó en forma sigilosa, por la noche, con archivos y empleados, porque el Corregidor se había enamorado de la hija del cacique guarandeño Huamán.
Algunos fueron los corregidores: Don Nicolás Hordoñez, y el General de Baltazar Carriendo y Arce, el General Fernando Antonio de Echeandía padre del prócer guarandeño Coronel Manuel de Echeandía- Don Gaspar de los Ríos y el Capitán de Dragones José de Larrea y Villavicencio, designado por la junta de Gobierno de Quito el 14 de agosto de 1809, esto es, a los cuatro días de lanzado el Primer grito de Independencia Americana.
Durante el periodo de supervivencia del llamado estado de Quito (1811-1812), Guaranda fue una de las ocho ciudades que enviaron se representante al Supremo Congreso que se instaló el 11 de octubre de 1811 en el Palacio Real de Quito; obteniendo la diputación el Dr. Antonio Ante. De igual manera, durante este período la ciudad y sus alrededores fueron elevados a la categoría de Provincia.
Según la ley de División territorial de Colombia, dictada el 25 de junio de 1824, Guaranda en su categoría de Cantón pasó a formar parte de la Provincia de Chimborazo. Esta situación duró hasta el 3 de marzo de 1860, en que García Moreno, creó el Cantón Chimbo, atendiendo las patrióticas gestiones de los distinguidos ciudadanos, como los señores: Luis Salvador, Francisco Secaira, José María Cisneros, Doroteo Rodríguez y Miguel Arguello Guaranda y Chimbo, con sus parroquias, fueron incorporadas a la provincia de los Ríos.
El nombre de Guaranda quizá proviene de la primitiva tribu de los Guarangas que la poblaron. Guarango es también el nombre de un frondoso árbol que abundaba en ese territorio y uno de los cuales se halla sembrado como simbólico recuerdo en el parque de la ciudad.
Carnaval Guaranda: El Carnaval constituye la "Fiesta Mayor" de la ciudad y la provincia y su celebración es reconocida tanto nacional como internacional.
Es una fiesta popular que se festeja en honor a la siembra y a la fertilidad de las tierras, y para que las deidades bendigan el inicio de la siembra.
Es una costumbre que se realiza en Ecuador especialmente en Guaranda la Provincia de Bolívar, en la cual se congregan bandas de los diferentes pueblos aledaños, música nacional popular, como albasos, yaravíes, y la típica canción del Carnaval. La principal característica de esta celebración es el jugar con agua, pero existe una variante en la cual los diferentes actores se untan y arrojan entre sí harina, huevos y maicena además de agua.







Así también no falta el PÁJARO AZUL típico de la región, éste es un destilado de la caña de azúcar fermentada, y su peculiar nombre es debido a su color azulado.
Los guarandeños son gente muy acogedora y excelentes anfitriones, y ofrecen su hospitalidad indistintamente a los visitantes en estas fecha.
Desde hace unos años, este carnaval de música, color y baile ha congregado a grupos culturales étnicos de las 4 diferentes regiones de nuestro país. SIERRA, COSTA, ORIENTE E INSULAR, además de estar tomando un giro global acogiendo a grupos de baile y danza bolivianos, peruanos, colombianos y americanos, en general.

Extra-leyenda Quiteña

sobre la iglesia San Fransisco y su llamativo diseño yace una fascinante historia y un tanto misteriosa por aquel motivo me aparecido muy bueno compartir esta leyenda.

Cantañuna 
Hace mucho tiempo, durante los primeros años de vida colonial en la ciudad de Quito, cuenta una narración antigua que los primeros frailes franciscanos contrataron a un indígena conocido con el nombre de “Cantuña” para que construyera el atrio de lo que sería el monumental Convento dedicado al Santo de Asís.
El indígena, llevado quizá por la sed de oro o el ansia de gloria, cometió la locura de firmar solemne compromiso para construir tan grandiosa obra sin darse cuenta que no alcanzaría a cumplir a tiempo con el mencionado contrato.
El tiempo pasó y cada vez más se acababa el plazo para culminar la obra que en su construcción estaba a la mitad. Con el esfuerzo humano era imposible culminare el ofrecimiento en el tiempo restante.
Loco de dolor, fatigado, consumido por la desesperación y los temores, Cantuña, en su casa, pensaba:
“¡Faltan  pocas horas para terminarse el plazo!. Y no he podido culminar mi obra. Sólo me espera la humillación y la cárcel!”
Los sueños de dicha y de grandeza, que alimentara el  indígena, se iban abajo ante la realidad terrible. El contrato no sería cumplido y sabía que pronto sería arrojado a la obscuridad fría y desoladora de una celda.
Moría la tarde en un crepúsculo de fuego. Las campanas de las escasas iglesias llamaban con sonoridad a la oración de la tarde; en el ambiente flotaba un perfume campesino y puro, la poca gente se dirigía al templo, o, presurosa, a encerrarse en el hogar.
Cantuña por su parte, jadeante y ansioso, recorría a largos pasos su habitación. Se encomendó al Divino Creador con rezos y súplicas para que le hiciera el milagro de ver culminada la construcción de su atrio. Conforme iban saliendo de su boca las palabras de la oración, un consuelo de esperanza parecía descender sobre él. Acabada la súplica, el indígena se dirigió a la obra inconclusa con la confianza de que el Divino Señor había atendido su ruego.
Por un ángulo de la plaza, envuelto en amplio poncho, apareció Cantuña. Sus ojos creyeron divisar, en la espesa niebla, a obreros divinos que daban la última mano al atrio gigantesco. Palpitó su corazón de gozo y por un instante una oración de gratitud brotó de sus labios. Pero la visión alegre se esfumó como se esfumó la niebla que envolvía a la construcción, y vio con desalentadora tristeza que sus súplicas no habían sido escuchadas, ¡se había engañado!, el atrio inconcluso apareció de las sombras. La ira salió de su corazón acompañado de blasfemias que vibraron por todo el espacio.
En ese momento, justo cuando las maldiciones descendían de su clímax, de entre los montones de piedras mal apiladas salió un personaje misterioso, envuelto en manto rojo; rostro negro; sudoroso; con sonrisa hipócrita dibujada en su boca enorme; poco a poco, el fantasma, se acercaba al espantado indígena.
“¡CANTUÑA!”,
  Lo llamó…
“¡Sé cuál es tu dolor!”. “¡Sé que mañana serás desgraciado y sin honra!”. “Pero yo puedo consolarte en tu aflicción…” “¡SOY LUCIFER y he venido a ayudarte!”; “¡Antes de que asome el alba el atrio estará concluido; tú, a cambio, me entregarás tu alma!”
“¿Aceptas?”
Preguntó el demonio…
…y en un estado de shock, con el rostro pálido y el cuerpo lleno de frío, el indio Cantuña, dejándose llevar por su pena y el terrible miedo, sin pronunciar palabra alguna, y afirmando con su cabeza, aceptó el trato.
El asustado Cantuña puso tan sólo una condición. Entre dientes y mirando al suelo dijo:
“… si al amanecer, antes de que se pierda el sonido de la última campana del Avemaría, no está concluido el atrio; si no se ha colocado hasta la última piedra, si faltase una sola, óyelo bien, el trato será nulo”.
Contestó el Demonio.
“¡Hecho. Que así sea! ¡Firma el documento!”
Poco después, sentenciado y maldito, volvía el triste Cantuña a su vivienda. Lágrimas abundantes corrían por el rostro moreno del runa. Ferviente imploró al cielo perdón por su culpa y remedio para su alma...
Al día siguiente, cuando empezaba a romper el alba, Cantuña se dirigió presuroso a la construcción de la obra. Al llegar, miró que millones de diablos cruzaban, como lenguas de fuego, por el espacio, ocupados en la construcción del atrio que majestuoso se alzaba...
Y el alma, la pobre alma del indígena, estaba ya perdida. La aflicción era demasiada, se arrepintió tantas veces por ese pacto, estaba condenado a terminar sus días en el infierno, no tenía salvación… cuando pensaba todo esto fue en  un instante que se preguntó:
“¿Realmente no tengo salvación…?  ¿Aún queda esperanza…?
Y secando sus lágrimas con el poncho que llevaba puesto alzó  a ver hacia la construcción y vio hacia el fondo realmente una esperanza, aunque lejana pero esperanza al final. Se levantó y sigiloso caminó hacia el atrio… se le  ocurrió un plan, que significaba una sola oportunidad. Sin dudar la llevó a efecto.

Pasó el tiempo y la obra estaba terminada. El Diablo frotándose las manos sonreía. Lentamente y con sonidos graves  sonaron las cuatro campanadas que anunciaban la aurora de aquel día.
“¡VICTORIA!”



Rugió victorioso Luzifer…
Pero esa emoción endemoniada expresada en su rostro se vio interrumpida por otro grito, un grito temeroso y tímido… 
“¡…la victoria es mía!” “¡…faltó de colocar una piedra!”
Fue el indio, quien con temeridad y susto contradecía a Satanás. En efecto, un bloque, uno solo faltaba aún de colocar. El asustado indígena en su desesperación por librar su alma de la condenación del infierno escondió una de las piedras de la construcción debajo de su poncho sin que ninguno de los demonios se percatara de eso. El alma de Cantuña habíase salvado.
Satanás, sorprendido, pegó un alarido de indignación. El  príncipe de las tinieblas  fue engañado y humillado por un mísero humano. El dueño del engaño y la falsedad se vio ridiculizado por la inteligencia  de un indio.
¿Cómo pudo suceder?”
“¡Me has engañado!. ¡Cantuña! ¡Cantuña!. Tu nombre será recordado por siempre hasta el final de los tiempos. El indio que engañó al Diablo. Tuviste suerte esta vez… pero aún así, no dejaré de tentarte y ofrecerte mis más “nobles” servicios a ti y a toda tu descendencia.
 Luego de decir esto, el Diablo junto a sus vasallos diablillos, se refundió en lo más profundo de la tierra.
El alma del indígena se había salvado gracias a un acto insuperable de picardía. Finalmente quedó para la posteridad, el Atrio majestuoso que decora la fachada del Templo Máximo de San Francisco de Quito, y el recuerdo de esta peculiar historia en las mentes de las gentes como uno de los relatos más tradicionales de esta ciudad.   

La sierra-Quito

Quito
Quito posee una extensa historia, mucha de esta no ha sido totalmente contada ya que en este territorio el ser humano ha vivido desde hace miles de años atrás y gran parte de su testimonio histórico aún está por ser descubierto y contado.
Por las diversas calles de Quito, en el sur, centro y norte, en sus periferias y quebradas ya ahogadas por rellenos, por sus monumentos coloniales y modernos yace escondida una historia milenaria que late aún, suavemente, debajo del correteo y movimiento del comercio, turismo y vida cotidiana que caracteriza y contrasta a ésta ciudad, capital del territorio que llamamos ahora República del Ecuador.
La denominación de ciudad es estrictamente occidental y ahora la usamos para referirnos a cualquier asentamiento importante de gente. En este sentido, Quito como ciudad, posee una limitada historia, en comparación a todo lo que se puede contar sobre el territorio en el cual se asienta hoy. Es por eso que este resumen histórico busca rescatar la memoria, quizá algo olvidada, de lo que fue Quito desde que el ser humano puso su pie en estos suelos.


Aparte de su linda ciudad y gente, tambien abarca su naturaleza y algo muy importante por lo que personas de varias lugares lo visitan algo en especial, en esta linda ciudad se encuentra la linea imaginaria ecuatorial que divide en dos emisferio la tierra es decir la mitad del mundo y sus comidas.